viernes, 21 de diciembre de 2012

13 Bak'tun... y no fue el fin del mundo

Por Ricardo Falla, sj

Acabamos de estar con Manfredo sj en el sitio ceremonial de Gumarkaj para
participar en las actividades del Oxlajuj B'ak'tún. Gumarkaj es la capital
del antiguo reino k'iche' que fue destruida por los conquistadores en 1524.
Actualmente es una ruina arqueológica adonde van a orar grupos mayas de la
región. Semejante a esta celebración debe haber habido en otras 15 o más en
sitios arqueológicos, algunos de más importancia, como Tikal.

Allí estuvimos ayer 20 en la noche y hoy 21 en la madrugada. Habría como 300
personas en la plaza central rodeada de restos de pirámides. Había varios
fuegos, como el que se ve en la foto, con grupos de gente alrededor de ellos
orando hincada o parada. Cada fuego, con su grupo.



El material del fuego no es leña, sino sustancias propias de ofrendas, como
se puede ver en la otra foto. Desde copal, una especie de resina olorosa,
hasta candelas y dulces. Todo eso agarra fuego y cuando ya está ardiendo
entonces la gente comienza a danzar alrededor.

Estas celebraciones fraccionadas - habría como 5 ó 6 fuegos - estaban
acompañadas por un solo micrófono y un solo equipo de sonido de marimba,
tambor y chirimía. Debió haber cierta competencia por ver qué grupo
controlaba el sonido. Por el micrófono, mujeres u hombres, hacían oración en
kiché o castellano o daban explicaciones. No había un programa escrito o
anunciado que cada visitante pudiera conocer al llegar.

Por supuesto, no hubo mención del cacareado fin del mundo. Ni se notó nada
de nerviosismo, como si se estuviera a la espera de cualquier señal rara. La
interpretación del fin del mundo ha ofendido a los mayas. Así como también
ha ofendido la comercialización hecha por las empresas turísticas y por el
gobierno.

Yo creí que la ceremonia iría creciendo en número de gente y en intensidad
hasta la salida del sol, ya que el cambio de b'ak'tun significa que un Sol
muere y otro Sol nace. Pensaba que el clímax se daría al amanecer. Pero no
fue así. El clímax de la celebración fue a media noche, cuando mucha gente
empezó a irse. Yo sentí que se seguía el patrón occidental de la celebración
de la Navidad o Año nuevo.

Aunque se hizo continua mención de los veinte nahuales (o energías o Dioses)
del mes que conforman el Tiempo y son la esencia del mismo Sol, sin embargo,
la salida del Sol no fue destacada en toda la ceremonia, cosa que me
desilusionó porque la esperaba ansioso. Todos los amaneceres de esta semana
han estado antecedidos por el Lucero de la mañana, que también aparece así,
anunciando la salida del Sol, en el libro sagrado del Popol Vuh.

El clima también contribuyó a oscurecer este tema, porque a diferencia de
los amaneceres clarísimos de días anteriores, ahora estaba lloviznando y el
cielo estaba cubierto de nubes.

También me desilusionó un poco que el evento no fuera masivo, ni popular,
como son otras celebraciones mayas lideradas por sus guías espirituales
según la cuenta corta del calendario de 260 días, cuando en todos los cerros
se junta gente. La cuenta larga del B'ak'tun y más la de los 13 Baktunes de
5125 años se ha perdido. Mucha más participación ha habido en las posadas
navideñas que no faltan en cada comunidad o aldea, por muy retirada que esté
en la montaña.

La vuelta a la cuenta larga del calendario, propiciada por las clases medias
mayas, por el turismo, por los medios de comunicación y por la corriente de
la New Age - había buena cantidad de "gringos" o semejantes - no ha calado
en el pueblo maya en general. ¿Calará? ¿O será una nueva religión,
entroncada con la antigua previa a la invasión española, pero muy distinta
de ella y restringida a la gente urbana?

Esta nueva religión está naciendo y está todavía en experimentación y en
construcción, con todo lo que esto supone de mezcla abigarrada de elementos
y prácticas rituales, de interpretaciones muy esquematizadas de lo que se
practica y de orientaciones también diversas respecto a la práctica social y
política. Había un grupo de corte muy religioso y otro de corte político y
radical.

Todo esto exige del diálogo interreligioso mucha comprensión y tolerancia,
sabiendo que el mejor puente es el cariño y la amistad. Tuvimos en nuestra
visita la compañía del obispo del Quiché. Su sola presencia creo que fue
algo silenciosamente valorado por la gente, mucha de ella que tiene a la
iglesia católica atragantada como una espina en la garganta.

Un saludo y que estén tranquilos porque ya no fue el fin del mundo.

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